En su primera alocución como Presidente de la Suprema Corte de Justicia en ocasión de conmemorarse el día del Poder Judicial, el Dr. Mariano Germán Mejía pronunció un esperanzador discurso sobre el cual destacaremos en este artículo algunos aspectos del mismo, que teniendo singular importancia para el fortalecimiento del Poder Judicial, no fueron lo suficientemente llamativos para lograr el favor de los titulares de la prensa.
Lo que sí logró captar la atención de la prensa, lo cual puede constatarse en los titulares de los periódicos después de pronunciado el referido discurso fue el ultimátum que le fue dirigido a los jueces miedosos, los que según la percepción de la sociedad, y al decir del Magistrado Germán Mejía, deciden también por capricho, por amistad, por familiaridad, por conveniencias personales, por contubernio y por dinero.
Dedicaremos estas líneas a las cuestiones de la referida disertación que fueron tocadas por el debutante juez supremo y en las que destaca la sin igual importancia del principio de independencia judicial como uno de los valores en que se fundamenta la democracia, así como la necesidad de salvaguardar la primacía de la Constitución y el respeto a los derechos fundamentales, piedras angulares que en todo caso impedirían que las decisiones emitidas por los jueces obedezcan a las espurias causas que percibe la sociedad.
Nos resulta aleccionador que al dirigirse por vez primera a los jueces, a la comunidad jurídica y a la nación, el Magistrado Germán Mejía fuera enfático en una cuestión de capital importancia para estar en condiciones de conducir los destinos del actual Poder Judicial dominicano: “…Necesitamos un Poder Judicial que se desarrolle sobre la capacidad, la independencia, la probidad, el reconocimiento de la primacía de la Constitución como garante de los derechos ciudadanos y la existencia de ágiles sistemas procesales. Sobre estos pilares debemos fundamentar una justicia pronta, oportuna, garantista y eficaz…”.
Y es que en el Estado Constitucional de Derecho, fundado sobre la división de los poderes, la primacía de la Constitución implica la primacía de los derechos humanos sobre las opciones mayoritarias y, por consiguiente, independencia de quien debe garantizar los derechos, es decir independencia de la jurisdicción del poder político, así como también autonomía funcional a nivel interno.
Por esta razón hemos insistido desde la Asociación Jueces Dominicanos para la Democracia (JUDEMO) que debe garantizarse la independencia, que no es un privilegio del magistrado, sino una garantía funcional a la tutela y la realización de los derechos de los ciudadanos. Nos alienta que sobre esto Germán Mejía enfatizara: “Los derechos fundamentales son vitales, y en ellos descansa la convivencia pacífica, por lo que esta Suprema Corte de Justicia será una aliada del Tribunal Constitucional, en garantizarlos”.
Pero para lograr los objetivos que se ha propuesto el actual presidente de la Suprema deberá tener mayor cautela frente al populismo punitivo, uno de los más fieros enemigos de la independencia judicial y que está siendo utilizado con mayor ahínco por quienes no tienen interés alguno en esa justicia pronta, oportuna, garantista y eficaz, que en su discurso del pasado 7 de enero dijo desear construir. Y es que un Poder Judicial y unos jueces que ceden al clamor popular, y no a los dictados de la Constitución y la ley a las cuales están sometidos, son, precisamente, esos jueces miedosos, caprichosos, arbitrarios, corruptos, leales a sus jefes, amigos y familiares, que describió Magistrado Presidente en su disertación.
En una entrega anterior afirmamos que la independencia judicial es, inexcusablemente, lo que hace posible que los jueces adopten decisiones impopulares, sin dejarse arrastrar por los reclamos del populismo punitivo, al cual acuden los "políticos inteligentes" cuando adoptan medidas urgentes para calmar los reclamos de seguridad ciudadana de una colectividad, a la que por demás, se le ha vendido la idea de que los problemas sociales pueden ser resueltos mediante la aplicación del sistema penal. Prestemos atención a los daños que ocasiona el populismo punitivo en la justicia, pues ello se traduce en falta de credibilidad en los jueces y tribunales.
Es consolador escuchar que el actual Presidente del Alto Tribunal de Justicia de la nación recomienda a los jueces no dejarse presionar por las críticas a las sentencias que se emitan. Sobre el particular expresó: ”Tenemos que adoptar una actitud comprensible y aceptar que las críticas expresan la disidencia fruto de un régimen democrático, pero también declarar inadmisible que las decisiones sean el resultado de causas espurias o presiones contaminantes. Procuraremos evitar que las críticas se conviertan en presiones, y que, por lo tanto, contaminen los procesos judiciales y sus resultados, ya que una sentencia dictada bajo presión es una sentencia viciada”.
El populismo punitivo, que en los últimos tiempos también está siendo incentivado por legisladores, ha sido la causa de muchos males a lo interno y a lo externo del Poder Judicial. Son muchos los jueces que han sido maltratados por su propia institución que ha cedido sumisamente y por conveniencia, ante la presión que se hace muchas veces desde organismos que se escudan en el populismo punitivo para dar la impresión de una eficacia que no se tiene. Bástenos referirnos al “Caso Vantroit”, en el que un juez fue sumariamente destituido a petición popular por haber concedido una garantía económica. Sin embargo, resultó absuelto en juicio, sin que el Ministerio Público pudiera invocar razones para apelar la decisión.
Ojalá que estemos hablando de situaciones del pasado. Nos anima saber que el Magistrado Mariano Germán Mejía también expresara: “…un poder del Estado tiene que ser definido por lo que ha sido su pasado y por lo que es en el presente, sin que el pasado se convierta en un refugio, sino en una herramienta de trabajo para el presente y para delinear el futuro”.
Quiera Dios que en esta gestión de la Suprema Corte de Justicia se fortalezca, real y efectivamente, el principio de independencia judicial y que a los jueces independientes no se les vea como potenciales enemigos del sistema de justicia, pues no hay verdad más absoluta que aquella que afirma que “los jueces de la democracia son independientes y que los jueces independientes son el sustento de la democracia”.
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