Por Katia Miguelina Jiménez Martínez(Katia_miguelina@yahoo.es)
Una versión de este artículo fue amablemente publicada por el Periódico HOY el 16 de octubre del 2010.
http://www.hoy.com.do/opiniones/2010/10/15/346295/Cultura-de-la-legalidad
“La represión es fundamental, pero sola no alcanza. Estoy convencido de que a la hora de combatir el crimen un profesor de escuela, un periodista o un cura son más importantes que un policía”. Leoluca Orlando.
Desde hace un buen tiempo el tema de la violencia y la seguridad ciudadana es motivo de gran preocupación para los dominicanos, a tal punto que he escuchado a algunas personas comparando a nuestro país con lo que se ha llegado a convertir México en tales materias.
Antes de abocarnos a los métodos que se han implementado para combatir la violencia y contrarrestar los niveles de inseguridad es importante destacar que no se nace delincuente, como una vez llegó a teorizar Lombroso, sino que tal fenómeno guarda relación con los procesos de exclusión social, pobreza, marginalidad, recesión económica e informalidad; con la corrupción, así como con las estrategias estatales hacia esos renglones.
Sin embargo, en el discurso de muchos es común escuchar frases tales como “mano dura contra la delincuencia”, “tolerancia cero”, entre otras, las que están orientadas a la represión como único método contra la inseguridad y la violencia que nos afecta, pero políticas de ese tipo provoca que estos problemas únicamente sean vistos desde el ámbito policial y se tienden a “judicializar”, cuando ha de tenerse claro que seguridad ciudadana implica no sólo preservación del orden público y reprimir la criminalidad, sino que hay otros valores que se protegen en el concepto de seguridad pública, igual de importantes, como lo son la vida y la integridad de las personas, así como sus derechos y libertades.
Es por ello que a la hora de evaluar los programas de seguridad, debe ponderarse que la represión, los policías, los jueces y la cárcel no son el único y exclusivo remedio, sobre todo al tratarse de problemas en que convergen diversos factores como los que se han indicado precedentemente y que al estar relacionados con estos fenómenos, tales como la pobreza, la marginación, la desigualdad y la iniquidad, quedarán fuera de los barrotes de la cárcel, lo que propiciaría un círculo vicioso que no combatiría eficazmente los problemas de violencia y criminalidad.
Estas reflexiones nos hacen remontar a los tiempos de Rudolph Giuliani en la alcaldía de Nueva York, donde se implantó el conocido programa Tolerancia Cero, con el cual se endureció la represión de cualquier transgresión de la ley - desde cruzar la calle fuera de los sitios señalados, lanzar basura en la calle, mendicidad y hasta hacerse “pipí” en la vía pública, el cual si bien tuvo éxito en la reducción de la criminalidad ha sido de un alto costo para los derechos humanos y dio cabida a la construcción de un Estado policial-penal en detrimento de más inversiones en el área social.
Las debilidades de los programas de represión como único camino para combatir la criminalidad e instaurar un clima de seguridad ciudadana han fracasado, pero a su vez han permitido que la “Cultura de la Legalidad” hoy día tenga más adeptos, es decir, que el respeto a la ley, la sujeción de todos a los mandatos de ésta se incorpore a nuestra vida cotidiana, como lo están el arroz con habichuelas y el mangú. Cultura de la legalidad significa, imperio de la ley, obediencia y conocimiento de ésta.
Uno de los más representativos exponentes de la cultura de la legalidad es Leoluca Orlando, el ex Alcalde de Palermo que combatió con éxito a la mafia siciliana. Éste asegura que "si aplicamos sólo la represión, asistiremos a un exceso de autoridad de la Policía y cuando a la Policía se la deja sola ocurren normalmente dos cosas: o son corrompidos o son asesinados". Leoluca pone como ejemplo el típico carro siciliano de dos ruedas, estableciendo que ambas ruedas- represión y cultura- tienen que avanzar a la misma velocidad, pues de lo contrario el carro gira sobre sí mismo y no va a ninguna parte, existiendo el riesgo de que los policías se crean omnipotentes y legitimados de matar.
La cultura de la legalidad propicia la reforma policial, pues se parte de la idea de que los ciudadanos apoyarán a la policía cuando estos aplican la ley, pues estarán contra ellos cuando son corruptos. En esto juega un papel preponderante la percepción que tienen los ciudadanos de sus instituciones.
Pero a pesar de que los ciudadanos de un país están llamados a cumplir la ley de manera libre y voluntaria, esto es sin lugar a dudas un imperativo ético que tiene su fundamento en la condición social de los seres humanos, pero también la educación para el cumplimiento espontáneo de la ley es una condición necesaria, aunque no suficiente, para la construcción de un Estado Democrático de Derecho, razón por la cual vemos como debilidades para el éxito de la cultura de la legalidad en nuestro país la pobre formación cívica y ética y la falta de educación de gran parte de la población dominicana.
De ahí que resulte de gran trascendencia que la cultura de la legalidad comience a ser impulsada por el Estado en la educación formal, igual en la informal y no formal, en procura de generar comportamientos acordes a las leyes, pues resultará quimérica la intervención de todos los dominicanos en la construcción de una sociedad que observe la ley si no hay formación en la cultura de la legalidad. De ahí que el papel de las escuelas, colegios, universidades, instituciones de la sociedad civil, resulte central para estos propósitos. Estamos a tiempo.
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